viernes, 29 de julio de 2011

Cáncer, un diagnóstico que demanda contención emocional




LA NACION    Testimonio de una paciente
Es necesaria para facilitar el paso de la negación a la aceptación de la enfermedad


Conmoción, enojo, desolación. Un diagnóstico de cáncer dispara un proceso de aceptación psicológica contradictorio y angustiante.

"Jamás se me había pasado por la cabeza que me podía enfermar; provengo de una familia de personas sanas y longevas. Era profesora de educación física e imaginaba un cuerpo eterno, invencible", recuerda Silvia Guerra, a los 52 años, doce después de enterarse de que padecía cáncer de mama. "Habitualmente, imaginamos que un tumor es un bulto o una dureza que se palpa. Pero en mi caso no fue así: la enfermedad se desarrolló en los conductos mamarios y no sentí nada? Sobrellevar el diagnóstico fue muy duro: no salía del estupor; se me vino el mundo abajo."

"La primera etapa de la reacción ante la enfermedad es la de negación, las pacientes intentan negar el diagnóstico como un arco protector ante esta difícil realidad", dice María Julia Calvo-Gil, autora de un estudio sobre mujeres que recibieron diagnóstico de cáncer mamario, publicado en la revista Index de Enfermería . Y describe el sentimiento de culpa que acompaña a quienes no consultaron en forma precoz, cuando detectaron en su cuerpo un signo que delataba alguna anomalía y lo dejaron pasar, o porque no realizaron los controles diagnósticos recomendados.

Aunque el impacto emocional del diagnóstico provoca confusión, también exige decisión. Hay que actuar, ganarle al tiempo. Surgen miedos, dudas e infinidad de interrogantes sobre una enfermedad que en el imaginario colectivo todavía se inscribe como irreversible.

"Los médicos también sienten angustia cuando tienen que decir lo que nadie quiere escuchar", comenta la licenciada Dora Birgin, terapeuta del Movimiento Ayuda Cáncer de Mama Argentina (Macama). "Es importante cómo se comunica el diagnóstico, y acompañar durante el tratamiento al paciente y ayudarlo a construir estrategias para afrontar una experiencia comprometida y traumática."

"Yo tuve la suerte de recibir la información de parte de una médica de Lalcec", dice Silvia, pero se queja de que muchas tienen que sumar a la angustia de la enfermedad un estilo de información médica que no incluye la vulnerabilidad emocional del paciente y de su familia.

El tratamiento puede ser largo e imprevisible. Tiene costos emocionales y puede exigir cambios de lugar en el mundo familiar, laboral, social. Es demandante. "Exige adaptaciones constantes", agrega Elsa Diggs, psicooncóloga de Macma. Birgin admite: "Hoy, los médicos están más dispuestos a integrar a psicólogos especializados en los equipos terapéuticos".

Múltiples voces involucradas en la pelea contra el cáncer reconocen que el rol nodal para sostener y amortiguar angustias es la red que entretejen familia, amigos y entorno. "A veces, los otros se quedan petrificados, sin saber cómo ayudarte. Y uno también filtra la información para protegerlos, especialmente a los hijos", dice Silvia, preocupada. Su hija Samantha, hoy de 20 años, se queja porque tuvo que aprender a desentrañar las claves de la enfermedad de su madre en conversaciones telefónicas en las que el tono de voz se hacía casi inaudible: "Mi mamá nos contaba cosas a mi hermano y a mí, pero de lo serio nos enterábamos cuando bajaba la voz al hablar por teléfono con mi tía. Me hubiese gustado que nos contara más".

¿Qué decir? ¿Cuándo y cómo decirlo? "Hay que hablar con la verdad", dijo Birgin. La recomendación básica es respetar los tiempos y la capacidad del otro para metabolizar la información, e intentar transmitirla con la menor carga de angustia. Una misma información puede ser aplastante o, por el contrario, estimular el desarrollo de resiliencia, como capacidad de aprender de las experiencias dolorosas.

La licenciada Lucía Labruna, especialista en psicoprofilaxis quirúrgica, propone adaptar el mensaje a la edad y características del receptor utilizando herramientas creativas, como títeres cuando se trata de chicos, o cuentos con valor terapéutico para todas las edades, ya que por medio de la empatía ayudan a comprender, aceptar o metabolizar la situación.

Aunque a los 8 años no podía dimensionar las consecuencias de aquella información angustiante, Samantha sí recuerda cómo la presencia de la enfermedad de a poco acomodó a toda la familia a nuevos roles y lugares. "Yo aprendí a ser independiente y hasta mi papá evolucionó un montón desde el momento del diagnóstico, cuando se tuvo que hacer cargo de la situación y no sabía cómo moverse, hasta hoy que se las arregla".

A 12 años de aquel diagnóstico, Silvia recomienda salir de la parálisis inicial y participar activamente del proceso amplio de sanación: "yo les digo a las personas que reciben un diagnóstico de cáncer que hablen, que busquen, que pidan más de una opinión médica, que acepten la ayuda psicológica, que no se queden con lo que les dice la obra social o la prepaga. Hay mucho por hacer en cuidados, estética, alimentación. Para ayudarse y reconstruirse a uno mismo. Uno es mucho más que la enfermedad."



Estar en el camino




Estuve de mini vacaciones visitando mis nietos,más allá que fue un placer reencontrarme con ellos después de 5 meses. Me gusto porque pude poner en practica el hecho de YO SOY YO Y EL OTRO ES EL OTRO, que quiero decir? bueno como toda madre y abuela aunque no querramos solemos inmiscuirnos en la vida de nuestros hijos. Bueno fue un gran ejercicio y creo que logré no hacerlo, más allá de dar algún consejo, logré no querer imponer lo que pensaba y decía, eso me hizo sentir muy bien, ya que me demostró que había aprendido y lo podía pponer en práctica y nada menos que con mis hijitos.
Cada uno tiene y debe vivir su vida nuestra experiencia no le sirve a otro, cada uno tiene que experimentar solo, y sacar sus propias conclusiones, teniendo en cuenta sus propias experiencias. No se si se entiende